Los celos, ("el vicio de la posesión", como Jacques Cardonne los
denominaba) han sido, desde hace siglos, argumento recurrente y fértil
de la literatura aunque constituyan también el germen de demasiados
sucesos desgraciados y muy reales. Pero, ¿qué son los celos?.
Podríamos definirlos como un estado emotivo ansioso que padece una
persona y que se caracteriza por el miedo ante la posibilidad de perder
lo que se posee-tiene, o se considera que se tiene-posee, o se debiera
tener-poseer (amor, poder, imagen profesional o social...).
En el ámbito sentimental, el rasgo más acusado de los celos es la
desconfianza y sospecha permanentes en el otro que tiñen, y perjudican
gravemente, la relación con la persona amada. La mayoría entendemos por
celos ese confuso, paralizador y obsesivo sentimiento causado por el
temor de que la persona depositaria de nuestro amor prefiera a otra en
lugar de a nosotros.
Cuando se muestra en su forma aguda, el origen de los celos hay que
buscarlo en situaciones neuróticas o, en general, psicopáticas. Algunos
autores creen que el sentimiento de los celos es universal e innato.
Linton, por ejemplo, ve una prueba de esta tesis en el hecho de que en
las Islas Marquesas, donde la libertad sexual es prácticamente total,
los indígenas manifiestan sus celos sólo cuando están ebrios; es decir
cuando su control voluntario, su raciocinio, ha disminuido. Por el
contrario, otros psicólogos (como O.Klineberg) señalan que este
sentimiento es de origen cultural, y que los celos no dependen del deseo
o necesidad de goce exclusivo de los favores del otro, sino del
"estatuto" social. En las sociedades monogámicas, como la nuestra, y
siempre según este autor, el adulterio sólo provoca reacciones celosas
en la medida en que origina inseguridad (material o afectiva) o afecta
al prestigio y al honor. Son dos teorías relativamente antagónicas, pero
como ocurre con frecuencia, perfectamente complementarias.
Editado por Anielka Rizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario